La cultura, aunque diferente en cada uno de los departamentos, es el pilar de la vida, es su orgullo, es la conciencia plena de su pasado como forma de garantizar el futuro.
Es casi un pueblo soñado a pesar de la costumbre de la autodestrucción.
La música es el reflejo del espíritu de estos pueblos.
Así como se empuña un azadón, se empuña un tiple y así como se canta una alegría se canta una pena, porque el que canta sus penas espanta; miles de personas cantan y bailan a diario su vida, haciendo brotar coplas y canciones que llenan de alegría cada rincón de la tierra y los corazones.
Para los niños de esta región es tan normal como necesario hacer las tareas al lado de un tiple, de una guacharaca, de un requinto o de una guitarra; dormir al arrullo de las canciones campesinas cantadas por sus padres muy seguramente ensayando con su grupo de música en el corredor de la casa o formar grupos de música para ir de pueblo en pueblo intercambiando sonrisas, coplas y canciones.
Esta es una pequeña muestra del futuro de una gran región, grandes músicos captados por la lente mientras disfrutan de la tarima.
Niños músicos pertenecientes a los procesos de escuelas de música campesina de municipios como Ráquira, Motavita, Cómbita, Tinjacá, San Gil, Cota y Tuta, procesos en su mayoría privados, resultado del esfuerzo de sus familias y maestros formadores que se han comprometido con el futuro de la música y de los niños a pesar de la decisión de algunas alcaldías de abandonar estos procesos formativos.
Requintista. Fotografía: Renato Paone
Estas imágenes fueron captadas durante el desarrollo de actividades de la Fundación Corazón Carranguero, ONG dedicada a la promoción, investigación y difusión de las músicas campesinas.
Invitación a la exposición fotográfica en f8fotogallery, Cra 38 No. 10A-26, Medellín (Colombia), a partir del viernes 25 de agosto de 2017
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