alfombra roja sino verde, como el color de las colchas de retazos de los campos boyacenses; los abrazos son “enruanados” y duraderos para combatir el frio. Allí, en la “Capital Mundial de la Feijoa” se brinda con sabajón, se oyen vallenatos y mandan las mujeres.
Tibasosa es un bello municipio ubicado al oriente boyacense, cuenta con unos 14 mil habitantes, dista de 67 kilómetros de Tunja, es vecina de Duitama y Sogamoso, le adornan espaciosas calles y lindas casas que guardan equilibrio entre lo tradicional y lo moderno; desde su parque se admira el arte de su templo parroquial y cuando se elevan los ojos, se observa el recién creado Parque Zoológico Guátika, que en dialecto aborigen significa “cuna de las aguas”.
Es necesario visitar esta ciudad para sentir la inspiradora y deseada tranquilidad; también es inevitable estar allí y no tener alguna relación con un fruto verde oscuro de pulpa clara, gelatinosa y agridulce a la que se le atribuyen propiedades terapéuticas, vitamínicas, digestivas, cosméticas y hasta rejuvenecedoras: La Feijoa, o Guayaba Feijoa como también se le conoce; de la que hacen centenares de productos.
Dicen que en Tibasosa “mandan las mujeres” al parecer porque por muchos años la posición de poder y autoridad fue exclusiva de ellas, a escasos 8 minutos de recorrido por perfecto pavimento está Nobsa, donde se realiza un evento anual de música vallenata con lo que rompe el paradigma de que esa música se oye solo en clima caliente y donde le apostaron al Record Guiness con una ruana de 1.500 libras de lana de oveja.
En Tibasosa se brinda con Sabajón, de Feijoa por supuesto, y en el fin de semana festivo de “San Pedro” en el que por fortuna para el país se realizaron varios encuentros culturales en la nación (por ejemplo, cortiple en Envigado, festival del tiple y el Requinto en Puente Nacional, fiestas del San Pedro en Neiva e Ibagué, etc); a Tibasosa le corresponde “La Feijoa de Oro”. El Festival Feijoa de Oro, es uno de los eventos a nivel nacional que propone el encuentro de músicos a manera de festival y no pretende una categorización de primeros y segundos lugares. En el marco del evento hay festival gastronómico, encuentro nacional de constructores de instrumentos musicales (Luthiers), encuentro infantil y juvenil de la música colombiana, conciertos y bailes de integración.
La trigésimo primera versión, celebrada en 2018, tuvo una especial actividad que merece destacarse y dar a conocer a todos quienes de una u otra manera participan en procesos relacionados con la música de nuestro país, no solo intérpretes y compositores. Luego de un breve recorrido por la alfombra verde, situada al alcance del público, los homenajeados ascienden a la tarima y reciben un trofeo, en forma de feijoa por supuesto; posan para la foto y siguen dando abrazos y recibiendo copitas de sabajón. Desfilaron por la alfombra verde Pablo Hernán Rueda, residente en Bogotá y quien contó a La Noticia Cultural y casi con lágrimas de
emoción, que había lanzado recientemente y a través de las redes sociales una campaña que buscaba saber en qué lugares del mundo había un instrumento construido por sus manos y con lo que encontró agradables sorpresas de tener una obra de arte suya en varios y remotos lugares del globo terráqueo; Pablo Hernán es uno de los más festivaleros que se vincula generosamente a eventos donando premios con finos tiples y guitarras principalmente. También desfilaron Carlos Mauricio Rangel, compositor, intérprete, pedagogo y empresario de la música, destacado por su incasable tarea de promover y renovar constantemente la música colombiana, de forma especial mediante un trabajo de más de tres décadas con la agrupación Impromptus. Arreciaron los aplausos con el tránsito de Mauricio Carvajal quien se hizo aún más visible en el panorama internacional al obtener con su agrupación Palo Cruzao para Boyacá el premio Grammy Latino en la categoría álbum folklórico con la producción “En armonías colombianas”. Entre otros protagonistas de la alfombra verde se destaca a José Ricardo Bautista Pamplona, dirigente, compositor, gestor cultural y cantante boyacense, de cuya inspiración han brotado innovadores y exitosos “chispazos” como el proyecto carranga sinfónica entre otros.
En esa alfombra verde, como nuestra esperanza, también desfilamos todos, presentes y ausentes, todos aquellos que desde diferentes ángulos hacemos esfuerzos y buscamos promover la transmisión del gusto y pasión por la identidad; aquellos que reconocemos y estamos convencidos de que nuestras expresiones culturales, como las esmeraldas boyacenses, son las mejores del mundo.