En el colegio, como a muchos nos tocó, me enseñaron la ubicación de montañas, ríos y ciudades en una clase en la que debíamos calcar con papel conocido como “de mantequilla”, -no puedo decir que no haya aprendido-, pero ciertamente la tarea de imitar trazos, me resultaba bastante compleja. Con el tiempo fui descubriendo que, gracias a la Música Andina Colombiana, había otra forma de conocer la geografía de mi patria, un modo más vivencial y apasionante.
Por los festivales de música colombiana, ahora no solamente ubico en el mapa, sino que también he estado en preciosos lugares en donde de la mano de fraternas amistades he gozado con profundo regocijo la identidad de mi patria. Por un festival puedo ahora dar razón de donde queda Pereira, Floridablanca, Charalá, Aguadas, Florencia, La Ceja, Bello, Armenia, Cajicá, Riosucio, Paipa, Cota, Ibagué, Tibasosa, Mariquita, Sevilla y muchos otros.
Y más emocionante ha sido la experiencia de reconocer en el bambuco, de forma particular, una brújula sonora. Ya en diversos espacios se ha sugerido que la temática del bambuco oscila entre sentimientos de amor y desamor, entre los gritos de inconformidad social, narraciones de asuntos cotidianos y voces de esperanza que presentan generalmente al ser humano frente a ideales simples y muchas veces utópicos. Esta vez quiero centrarme en la facultad pedagógica de nuestro ritmo que es nuestra maravillosa identidad, no solamente en un sentido latitudinal sino idiosincrático: cuales son nuestros gentilicios, cómo son nuestras costumbres, qué comemos y que bailamos, cómo se expresa el orgullo por ser de una u otra zona de Colombia, dónde queda determinada región y cuáles son sus características, de qué forma los bambucos son incluso además de un registro geográfico, un compilado histórico tan valioso como cualquier referente bibliográfico.
Quiero comenzar refiriendo a Leonardo Laverde Pulido que en su obra "Por qué canto Bambucos" asegura que “al cantar bambucos nada está lejos, recorro las montañas, los caminos viejos…” y más delante manifiesta que al cantar bambucos no se cansa de vivir. Por bambucos como "Soy" y "Colombiana" de Ancízar Castrillón Santa digo en primera persona que “soy cumbia mapalé, paisaje y canto, soy tiple y soy folclor santandereano… soy joropo, soy porro y soy pasillo, soy currulao alegre, soy mestizo… soy el norte también yo soy guajira, soy la orilla que besa el amazonas, yo soy la tierra paisa, soy el llano, soy orgullosamente colombiano”, que por mi música se enreda en mi alma el tricolor nacional y que puedo sentir los “rumores de mares que bañan las hermosas costas de mi amada patria”. Por este mismo compositor, pero por otro bambuco, tengo de referencia de que El Quindío es un tapiz… donde hay picos de montañas con nieve y parajes con ríos cristalinos y guaduales que llegan al infinito.
Luciano Diaz enumera emotivamente en su obra "Viaje a Neiva" las ciudades por las que hay que pasar para llegar a su pueblo y en la medida que “viaja contento” hace vibrar el corazón incluso de aquellos que nunca hemos transitado por esas carreteras desde las que se vislumbran trigales y algodonales: Silvania, Melgar, Flandes, Girardot, Espinal, Guamo, Saldaña, Castilla, La Palma y Natagaima. A su manera, un bambuco fiestero me enseñó que hay unas fiestas de San Pedro… y que las hacen …en El Espinal.
Los Bambucos instrumentales tienen su encanto. Por un bambuco de Álvaro Chaparro Bermúdez (Alvaro Dalmar), ahora identifico en el mapa a Sandoná, al occidente de Nariño; gracias a Pedro Morales Pino ubico la ciudad en donde nace un Fusagasugueño (y por Emilio Sierra, una Fusagasugueña); Emilio Murillo Chapul registra en mi memoria que el puente que está sobre la frontera con ecuador lleva el titulo de su bambuco "Rumichaca"; a Luis Uribe Bueno lo recuerdo "Bochicaniando" y a Francisco Cristancho por "Bochica", que refieren al dios muisca que según la tradición creó el Salto del Tequendama, ubicado en Soacha Cundinamarca.
El estudio de geografía también implica el uso de los gentilicios: que mejor ejemplo que las palabras de José Jacinto Monroy en “Soy boyacense de pura raza, amo a mi tierra como a mi mama…”, también "El Sotareño", bambuco que refiere al municipio de Sotará en el Cauca; Absalón Clavijo aporta con "El Zarzaleño", inspirado en un municipio del Valle del Cauca, también Jorge Luis Velosa Ruiz hace una descripción de un día cualquiera en su natal ciudad: “nace el sol en candelaria, se oculta por la laguna” a través de "El Raquireño", la bella página "El Tolimense" nos eterniza el nombre de uno de los más grandes guitarristas que ha germinado nuestra tierra: Julio Gentil Albarracín Montaña y en "Muy Antioqueño" , Héctor Ochoa Cárdenas apura a un tiplecito para decirle a su tierra cuanto la adora.
Los Bambucos mencionan ciudades y puntos específicos del mapa colombiano. Tenemos ejemplos como "El Chambú" refiriendo un punto ubicado a 3.300 metros sobre el nivel del mar, por el que da el paso de la cordillera de los andes, específicamente en el municipio de Ricaurte en Nariño. Jorge Augusto Villamil Cordovez nos habló de una "Vieja Hacienda del Cedral", que como José A Morales en un pasillo, señaló donde quería su entierro; también Villamil en un vals y en el bambuco titulado "Tambores del Pacandé" da cuenta de un punto situado en la vereda Velu del municipio de Natagaima en el Tolima: el cerró Pacandé situado a 1.300 msnm y para hablar de hidrografía tenemos a Elías M. Soto quien nos enseñó la existencia de un sonoro rio de 160 km de longitud y al que le confesaba sus congojas y aflicciones: "Brisas del Pamplonita"
Hay bambucos inspirados en ciudades pequeñas y también en capitales: El cantor de la patria lo hizo a dos damas: "Mi señora Popayán" y "Señora Bucaramanga", aquella “de las cigarras, que tiene mujeres bellas y esbeltas como tus palmas”. "A Bogotá" es el nombre de un bambuco de Alberto Escobar, "Alma Bogotana" es otro del Carlos Alberto “El Chunco” Rozo y a la “ciudad de todos, ciudad de nadie Mi Bogota” le cantó el dueto Tierra Viva. También aporta Francisco Cristancho con su obra "Bacatá", palabra de origen indígena cuyo significado es Campo de Labranza, con el que los muiscas y chibchas referían el lugar donde ahora está ubicado Zipaquirá y Bogotá.
A las mujeres bonitas de la capital de caldas le escribió José Noel Ramirez en su bambuco "Flor Manizaleña" calificándolas de frescas y lozanas, Carlos Monroy, de aquellos hermanos humoristas, le reveló su admiración a una Sangileñita y una vez más Jose Alejando comparó con una flor de romero a una "Campesina Santandereana", lo propio hicieron Eduardo Figueroa Lopez con "Antioqueñita querida" y a una de ellas, una Antioqueña, otro bambuco la describió con cabello rizado y labios rojos.
Juan Héctor Orejarena Plata escribió bambucos como "Bienvenido a Santander", "El Socorro" y "Quiero a Málaga". Néstor Perez escribió "Oiba Pueblito Pesebre". "Guatavita" es un municipio de Cundinamarca ubicado en la provincia del Guavio, y así tituló un bambuco el prolífico Francisco Cristancho Camargo. "Canta un Pijao", se titula un bambuco de Jorge Humberto Jiménez, refiriéndose a los pueblos amerindios del Tolima y que también da nombre un lugar del Quindío al que le dieron el premio de la ciudad más tranquila de América, (City Slow).
"Sueños de Café" de Andrés Peláez convierte en esperanza el episodio del terremoto en el eje cafetero y los Tolimenses cantaron la singular historia de un supuesto Embajador de la India en Neiva. En "Mi país" de Guillermo Calderón, se citan ciudades sin nombre que vuelan en pedazos por la absurda violencia.
Hay Bambucos que reiteran el amor por nuestra tierra, en varios casos se usa como recurso la narración de paisajes y motivos para amar entrañablemente este trozo de planeta determinado por límites: la voz que hace libre el vuelo, la canción que grita te quiero y donde hemos aprendido que podemos soñar como lo afirma Maria Isabel Saavedra en "Tu Tierra", la misma compositora que tiene la capacidad de transmitir sensaciones organolépticas en "Una Casa Llamada País" al describirnos el olor del campo y la luna de abril que sus infantes ojos vieron en Ginebra.
En otra letra homónima (Mi Tierra) quiso uno de los más hábiles tiplistas, Camilo Andrés Cifuentes, expresar las añoranzas de los paisajes de la llanura hermosa, en ese valle donde nació, entre contrastes de olor a queso y anís; "Colombia es Amor" de José Jacinto Monroy, "Bambuquito de mi Tierra Santandereana" de José A. Morales, "Esta es mi Tierra" de Eugenio Arellano Becerra y "Mi Tierra Santandereana" de Carlos Mauricio Rangel presentan narraciones similares que hacen “brotar lágrimas de emoción” (El Bambuco es Así) poner la piel de gallina y ensanchar la cavidad muscular y ósea donde va el corazón.
Hay verdaderos himnos repletos de esperanza como las canciones de Leonardo Laverde que reiteran la unidad como nación a pesar de las diferencias de pensamiento y convicciones, "Amo esta Tierra" y "Una Sola Bandera": “Llevo en mi memoria la fragancia de tus flores, pruebo tu sabores de Leticia a San Andrés, tierra de colores, del Chocó hasta el Orinoco, al conocerte poco a poco, yo de tí me enamoré… me enamoré del olor de tu guayaba, de tu gran sierra nevada, del sabor de tu aguardiente, la alegría de tu gente, del folklore en Ibagué… de tus llanos en Arauca, del verde Valle del Cauca, de tu ritmo vallenato, de la salsa y su encanto…"
Se quedan muchos otros bambucos por fuera de este periplo ¡y que bien que así sea! Es una garantía de que nuestra música no solo se puede tener una buena guianza de puntos específicos en nuestro querido territorio, sino a quienes lo habitamos, a quienes somos de algún lugar y en el corazón llevamos las costumbres y se nos permite admirar y descubrir las maravillas de nuestra Colombia.
En el mar del bambuco, hay mucho más que sentimientos perecederos; es robusta su capacidad narrativa y basta con que el más distante del gusto que nos une, conozca estas joyas musicales, para que como yo y seguramente como usted, decida enamorarse y adherirse para siempre en un solo palpitar bambuquero.
¿Quiere usted conocer a Colombia?, hágalo a través de un Bambuco, su mejor GPS.